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Vine a Papaleon porque me dijeron que acá vivía mi abuelo, un tal José Artiaga. Fue mi abuela quien me lo dijo. Y yo le prometí que iría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos y las acaricie en señal de que lo haría, pues ella estaba muy enferma y yo quería complacerla cueste lo que cueste. ‘’ No te olvides de visitarlo- me susurro. Le dicen Pepe y es muy conocido en ese lugar. Estoy segura que le daría mucho gusto conocerte. ’’ Entonces le asegure que si lo visitaría y cumpliría con sus últimos deseos, y de tanto asegurarle que cumpliría con todas sus pedidos se lo seguí diciendo aun después cuando mis manos no podían zafarse de sus manos frías y muertas.